Javier Bovino: goyano por elección y una historia sobre ruedas

Se hace llamar “goyano por elección” y hace unos días decidió unir regiones de nuestro país a bordo de su motocicleta, entre amigos, y guardando entre sus memorias anécdotas imperdibles. En esta nota conoceremos la historia de Javier, un amante de las motos y los viajes.

Javier Adrián Bovino proviene de la provincia de Córdoba y manifestó que si bien no nació en Goya, es «goyano por elección«. Vive aquí desde enero de 1989, casado con una goyana, María José Miranda, y tiene 3 hijos: dos del corazón, Paula y Silvio, y uno de sangre, Elio. Una cuestión no menos importante, además, es abuelo de 3 nietos goyanos. Por lo que todo ello según él hace que Goya sea su lugar en el mundo, “no por haber nacido casualmente aquí, sino por elegirlo conscientemente como mi hogar”, afirmó. Desde Noticias d charlamos con él para aventurarnos en su historia sobre ruedas.

-Javier Díaz Morales: ¿A qué te dedicas en la actualidad?

Javier Bovino: Soy periodista. Estudié ciencias de la comunicación en la Universidad Nacional de Río IV (Cba), y en la actualidad trabajo como responsable del área prensa del HCD de Goya, y soy uno de los dos socios de Radio Power y www.powernoticias.com. Conduzco un programa en esa emisora de lunes a viernes, El Nuevo Día, de 06,00 a 08,00.

JDM: Es conocido tu amor por las motos, y los viajes, ¿Qué significa para vos estar a bordo de tu moto y al recorrer miles de kilómetros?

JB: Viajar en moto es una experiencia muy particular, ya que además de obligarte a conocer el vehículo, te da una gran sensación de libertad. Cuando se viaja en moto se es parte del paisaje, se disfrutan los olores, los colores. Casi siempre no importa el destino del viaje, lo que realmente importa es el viaje en sí. Además, el desarrollar una actividad que implica algún riesgo, te hace vivir cada momento con más intensidad. Se suele decir que a los 3 minutos que se encuentran dos motociclistas, ya son amigos de toda la vida, ya que comparten la misma pasión y al ser una actividad expuesta a algunos riesgos, se manifiestan con mayor énfasis las emociones y sentimientos, ya que nunca se sabe si a ese “amigo de toda la vida” que conociste hace 3 minutos, lo vas a volver a ver.

JDM: Hace poco realizaste un viaje en moto, ¿A dónde fuiste? ¿Cuántos días duró el recorrido?

JB: El viaje en sí fue de 6 días con otros motociclistas de distintos lugares del país, a partir del viernes 15 de octubre y tuvo un recorrido que incluyó: Tafí del Valle, Amaicha del Valle, Ruta 40, Cafayate, Cachi, La Poma, La Quebrada de las Flechas, Abra del Acay, San Antonio de los Cobres, Salinas Grandes, Cuesta de Lipan, Purmamarca, Tilcara, Jujuy, Salta, etc.

Pero como nosotros fuimos 3 motociclistas de Goya a esa excursión, Tucumán nos distaba 1.022 km, salimos de Goya el miércoles 13, hicimos noche en La Banda (Santiago de Estero), y el jueves 14 tomamos parte de la reunión previa organizativa, comenzando la excursión en moto propiamente dicha el viernes 15. Pero para nosotros, el viaje ya tenía más de 48 horas.

JDM: ¿Cuál es la mejor anécdota que tenes de algún viaje que hayas realizado?

JB: Son muchas, ya que son muchos viajes y km recorridos. De cada viaje quedan muchas anécdotas. A varios de mis amigos los conocí viajando, a otros los reencontré tras 30 o 40 años sin vernos. Eso significa que los valores de la niñez y adolescencia se mantuvieron, ya que tras varias décadas sin contacto y tras recorrer distintas profesiones y caminos, se reafirmaron valores comunes. ¿Cómo se explicaría de otra forma que sin contacto previo hayamos elegido la moto todos?

Elijo una anécdota al azar: Con 3 amigos más salimos de Bariloche y paramos en uno de los lagos de la Patagonia. Nos estábamos sacando fotos y riendo. Paró una camioneta importada de alta gama, se baja el conductor, se acerca y nos dice si podía abrazarnos y saludarnos, cosa que hicimos todos. Nos comentó entonces que venía con su esposa viajando desde Chile, donde habían parado en un hotel 5 estrellas, comido la centolla más cara y rica de mundo y consumido las mejores bebidas. Pero que, sin embargo, venían abstraídos en la camioneta sin compartir la emoción y alegría que veía en nosotros, que podíamos haber dormido en carpa, sacado un pez de 10 cm, pero que tendríamos para reírnos de lo vivido por al menos 15 años.

Ese hombre nos hizo ver que hay varias formas de encarar la vida, y que siempre hay que elegir la que nos da felicidad. En ese mismo viaje, en un camping de San Martín de los Andes, se acercó un hombre a mirar las motos a nuestro campamento. Sin saber que los moteros no les gusta mucho decir los valores de sus motos dijo: “capaz que esa moto vale como mi auto”, respondiendo uno del grupo que no, que valía como dos autos como el de él. Insistió diciendo que: “yo no cambiaría un auto por una moto”. La respuesta no se hizo esperar. “Nadie le pide que lo haga, pero por algo vino hasta acá”.

-JDM: ¿Cuál fue el destino más lejano al que fuiste?

JB: Como dije antes, más que el destino lo que más me gusta es el viaje en sí, el usar la moto. Pero justo antes de la pandemia recorrimos parte de la Patagonia, este año parte de noroeste. No obstante y porque eran otras las condiciones, recuerdo un viaje desde Río IV a Las Toninas. Fueron 1.400 km, no el más largo, pero era muy joven, no tenía plata para la nafta del regreso, y tuve que trabajar descargando camiones para solventar la estadía en la playa y el costo del combustible para regresar.

JDM: ¿Cuándo comenzó tu amor por las motos?

JB: En la primera adolescencia, 12 o 13 años. Uno de mis, hasta hoy, mejores amigos, es general retirado y que sigue andando en moto, convenció a su padre para que le compre una Zanella 50 cc, que venía con cambios al manubrio. Con esa moto aprendimos a manejar muchos.

Luego seguimos varios por ese camino. Pasó el tiempo y esos ciclomotores. Cuando en enero de 1983, mi padre en reconocimiento de que había rendido todas las materias del primer año de la facultad en diciembre, me regaló una Honda 250 cc, modelo 1961, con la que iba los fines de semana desde la ciudad de Rio IV a la de Córdoba a visitarlos, o a la sierra, o a dónde surgiera la oportunidad. El campus de la UNRC queda a unos 6 km de la ciudad, así que mucho uso le dí a esa motocicleta que era un modelo anterior a mí. Tuve otras motos, de distinta cilindrada, la mayoría chicas, hasta que a los 50 años de edad, con los chicos viviendo de manera independiente, cambié un auto por una Honda CBR 1.000. Ya era tiempo para mí.

JDM: ¿Cuál fue tu primer moto, y si recordas, cuál fue tu primer viaje?

JB: La moto que con mas cariño recuerdo fue la Honda 250 que mencione antes, y el primer viaje fue desde la ciudad de Córdoba a la de Río IV cuando me la regalaron. En lugar de ir por el camino más corto y recto, de unos 220 km, elegí hacerlo por la zona de sierras, para agarrarle bien la mano y disfrutar del paisaje, saliendo de Córdoba por Alta Gracia, Los Molinos, Villa General Belgrano, Santa Rosa de Calamuchita, Villa Rumipal, Villa del Dique, Embalse, Berrotarán, etc. Una experiencia única.

JDM: ¿Qué sentimientos te inspiran los viajes en moto?

JB: El sentimiento principal es el de libertad y contacto con el ambiente que te rodea. Muchas de las decisiones más importantes las tomé viajando en moto. Superé dudas, resolví cambios de trabajo, entre otras cosas. Son momentos para reflexionar, a veces para poner la mente en blanco, y otros para que “se te llene el casco de preguntas”.

JDM: ¿Lo haces solo? o ¿tenes algún grupo de amigos viajeros?

JB: De las dos formas. Tenemos un gripo de amigos viajeros, todos “buenos muchachos”, pero en algunas oportunidades también me gusta viajar en solitario. De las dos formas se disfruta la ruta.

JDM: ¿Tenes pensado cuál será tu próximo viaje?

JB: La verdad que no. Surgirá seguramente de charlas, propuestas, ideas o videos que pueda ver en youtube.

JDM: Si alguien quiere viajar en moto pero aún no se decide sobre si hacerlo o no, ¿Qué cosas debe tener en cuenta y cómo lo convencerías de que lo haga?

JB: Si alguien quiere viajar en moto, tiene que hacerlo. A esta vida vinimos para ser felices. Nada más triste es haber pasado por la vida sin hacer lo que uno desea, ya que la misma es muy corta.

Una línea del pensamiento, expresado entre otros por Heidegger o Miguel de Unamuno señala más o menos que lo único seguro desde que nacemos es que vamos camino o rumbo a la muerte, y para algunos ese destino final está relacionado con Dios o la religión, el premio del cielo o el castigo del infierno, el reencuentro con seres amados en vida, entre otras conclusiones. En mi caso, que no tengo una creencia religiosa, coincido en ese concepto de la única seguridad del final del camino, pero agrego parafraseando a Alejandro Dolina que hay que vivir de tal forma que, cuando llegue el momento de la muerte, que la misma sea al menos injusta. Con eso quiero decir que tenemos que hacerle caso a las pasiones, no ser tibios en nuestras decisiones, y que si nos gustan las motos, viajar en moto, vivir esa esa experiencia, que nada nos detenga.

Contenido provisto por: Javier Díaz Morales