Eduardo Pantano: «La persona que escribe tiene el arte de completar y completarse»

Todos los años, el 13 de junio se conmemora el Día del Escritor. En homenaje a todas las personas que dedican su vida a la escritura, presentamos la historia de este joven lujanino enamorado de la letras.

Manuel Martín, reconocido como Eduardo Pantano tiene 24 años, es escritor y vive en Luján de Cuyo. En el mes del escritor, Noticias d habló en exclusiva con él para presentar su historia y sus escritos.

¿Quién es Eduardo Pantano?

Nací en Mendoza, precisamente en Luján de Cuyo, un 14 de marzo de 1997; Pisciano hasta las muelas. Cercano a las montañas, en la localidad de Vistalba. Soy el menor de tres hermanos.

La cercanía a la montaña y el hecho de estar gran parte de mi vida alejado del ruido, el movimiento y la vorágine, me dieron una infancia plena. Puedo decir que soy de aquellas generaciones que disfrutaron estar veranos enteros jugando en las calles, veredas y acequias.

Una cuestión a rescatar y que no se me puede escapar, es el hecho de haber pertenecido a una familia numerosa y con infinitos valores, que en algún momento se supieron canalizar en salidas juntos y rodeados de naturaleza.

¿Cuál es tu recorrido académico?

-Actualmente estudio Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales correspondiente a la Universidad Nacional de Cuyo. Además conservo el oficio que me dio la secundaria y que a su vez he forjado con el tiempo, que es el de Técnico Auxiliar en Electricidad.

En cuanto al nivel inicial, primaria y secundaria los realicé en el Instituto San Pablo, y aquí, puedo destacar que aprendí a valorar a mis pares, habiendo forjado amistades increíbles y creo yo que hasta perpetuas. Y por supuesto, tener presente que es el espacio que me brindó el oficio de la Electricidad, oficio que más de una vez me ha hecho feliz.

¿Tenés algún vínculo en especial con el departamento de Luján de Cuyo?

Sí, totalmente. De por sí el hecho de haber transitado 24 años – mi vida entera básicamente – se me hace inevitable no pensar en todas las cosas que me vinculan. Sé que hay cosas que aunque decida extraviarlas, podrían aparecer en cualquier momento de mi vida sin tener el menor recaudo de quedar pegado. Digo, podría alejarme 20 mil kilómetros establecerme en otro lugar y seguir estando conectado con la vista que hay desde plena calle Sáenz Peña hacia la montaña y más exactamente la vista que tenemos del Cerro El Plata, o el simple hecho de compartir un Malbec, que es tan nuestro como el pedemonte. Reitero, el vino me ha unido mucho y supongo que es de las cosas más lindas que tenemos.

Una gran conexión que tuve con Luján, fue la lectura. En ella encontré personas hermosas, dedicadas a la literatura, escritura y obvio, arraigadas a la necesidad de leer y usar esto que nos sucede como tránsito para promover y reproducir cultura y conocimiento.

Entre esas personas me encontré con Raquel Aznar, que es maravillosa, una persona que respira y siente con palabras; de esas personas que pueden con dos bocados de literatura y una mirada llevarte a cualquier universo ficticio-mundano. Raquel forma parte del equipo de la Biblioteca Alberdi, siendo este un establecimiento popular del municipio.

¿Cómo descubriste tu vocación por la escritura?

-Comencé como creo que comienza la mayoría, usando las palabras en pos de explicar aquello que muchas veces la cabeza no nos deja asimilar. Digo, en el hecho artístico de la composición literaria muchas veces la parte beneficiaria termina siendo quien escribe y no quien lo recibe. De ahí, el arte de la persona que escribe; arte de completar y completarse.

De escribir no se salva nadie, las personas necesitamos como medio la escritura, pero de escribir con el pecho, de eso no se vuelve, insisto, cuando uno se prueba y encuentra salidas y encuentros, no deja de hacerlo jamás.

¿En qué te inspirás a la hora de escribir?

Tal vez sea la nostalgia mi mejor recuerdo-mentor, dramatizar lo más usual para elevarlo a lo más trascendental, por ahí va mi método.

La memoria podría ser el recurso que más me inspira, el hecho de recordar. Es casi una cuestión actoral, con esto quiero decir quien actúa, pone sobre la superficie de su piel emociones que en algún momento las tiene que haber sentido, por ejemplo, la memoria, el recuerdo, pueden ser el camino que le permita llevar a cabo algún papel, estado de ánimo, situación o escena. Por otra parte están la música, el cine, un café, un atardecer, un gesto, una mirada, la teatralidad de los hechos más fortuitos de la vida casual, esas cosas pueden alimentar la expresión literaria a pasos anchos.

¿Cómo surge ese momento o necesidad de escribir?

-Surge y no hay más. Aparece, se presenta de infinitas formas, desde agarrar una hoja para probar una lapicera, lápiz o fibrón hasta llegar a mi casa con la cabeza llena de estímulos (alegrías, tristezas, amor o desamor) y volcarlo en lo que sea y como sea.

Uno siempre encuentra buenas excusas para poder dedicarle un tiempo a la conversación que surge entre la cabeza y las manos. Me pasa mucho, de tener distribuidos por todos lados cachos de ideas, canciones, hasta teorías baratas de la nueva sociedad y eso es propio de haber estado improvisando todo sobre la marcha, desde el cómo , el cuándo y el dónde.

Otras veces, puede pasar, que este tocando guitarra y sale alguna “canción”, entonces casi que me veo obligado por momentos a escribir algo. Estoy tal vez con alguna melodía en la cabeza y no soporto la idea de escucharla solitaria, entonces necesito adosarle un poco más de leña al fuego y ahí aparece la cuestión “inspiracional”.

Cuando se puede elegir, supongo que el momento son esos días con lluvia o nubarrones, en un bosque, una cafetería o en el medio de la vida, inmerso en la rutina; agarrar el primer cacho de papel que se cruce para latigar -latiguear- todo lo que está pasando o lo que me desborda.

¿Cómo ves a las personas de tu edad respecto a la escritura y lectura?

-Normalmente, se me da por pensar que la gente de entre 15 y 35 años no disfruta de sentarse a leer o no se dan el espacio para escribir pero hay algo que me frena a darlo por hecho. Siento que en todo momento, una parte de la sociedad -siendo que tal vez sea la mayoría- está constantemente desplazando este tipo de disciplinas para remplazarlas por entretenimientos y formas de expresarse más “modernas” pero bajo la misma lógica.

Bajo este mismo contexto considero que hay otra parte de la sociedad -tal vez un poco más pequeña- que asiduamente esta tratando de producir y promover cultura, bajo la disciplina de la escritura recitada. Precisamente en Luján, de forma muy hermosa, jóvenes que rondan los 20 y 30 años han formado un grupo de poesía y música que a su vez lo mezclan con algún que otro recurso acrobático de la actuación, decidieron llamarlo “Club Poético Gimnasia y Rima”. Otra persona que destacable es “el Leo Federici”, escritor jóven de Luján, recita lo que escribe y te desarma cuando habla, es alucinante verlo y oírlo.

En definitiva, siempre hay algo que me hace repensar mi postura y es el hecho de ver que hay gente escribiendo, leyendo y que comparte eso tan bello.

¿Quiénes son tus principales referentes literarios?

-Me encanta leer, siento que el escritor que más me representa, a la hora de leerlo y verme reflejado en su forma nostálgica, melancolía de transmitir y tocar ciertos temas socio-culturales, es Ernesto Sábato pero tengo varios nombres en la cabeza: Spinoza, filósofo holandés del siglo 17, un viaje de ida, una historia de vida atrapante y una lucidez moderna para la fecha; perseguido por el Judaísmo, por haberse visto deshecho de aquella concepción Dios tradicional para tomar la concepción naturalista del concepto Dios; muy adelantado para mi gusto. Mary Wollstonecraft, filósofa inglesa del siglo 18; un momento complicado para ser una mujer hablando de las desventajas de serlo en una época tan machista; también, en libros como “Vindicación de los derechos de la mujer” se alcanza a notar una forma de producir conocimiento filosófico, propuesto desde la conjugación del palabrerío mundano, digo, para la fecha me parecen producciones muy amables al lector común y corriente.

¿Te gusta más el libro en papel o virtual? Si tuvieras que recomendar o elegir un formato, ¿cuál sería?

-Es un despropósito elegir el papel en un mundo tan virtualizado, pero realmente lo prefiero. El hecho de poder tocarlo, olerlo, observar de cerca sus irregularidades completa mi experiencia sensorial. Además, te permite rayarlo y te obliga a cuidarlo, protegerlo y sentirlo.

Creo que nunca voy a poder desprenderme del sentimiento que me genera tantear el peso de un libro. De igual manera, en condiciones favorables, ya sea un buen dispositivo de lectura recomendaría a las personas elegir los libros virtuales -mas allá de que yo no lo haga- porque en definitiva termina siendo un capricho mío el de aferrarme al papel y comprendo que hay ciertos caprichos que no son lo suficientemente importantes como para interrumpir de tal manera la forestación.

¿Considerás que el formato digital, el mundo de la imagen y la virtualidad pueden remplazar a los libros en algún momento?

-Creo que constantemente el mundo hoy, virtual y dinámico desplaza objetos y valores tradicionales y los libros no son la excepción.

Más allá de eso, los libros permanecen en el tiempo, digo, el primer libro que se imprimió fue la biblia en el siglo 15 y llevamos más de medio milenio imprimiendo bajo la misma forma, es inevitable no toparse con palabras impresas en un papel. Es un poco lo que hablaba recién; hay una porción importante de personas que cree en la fuerza de lo tangible y que por supuesto defienden algunos objetos tradicionales como tal.

¿Qué lecturas recomendarías y porqué?

-Es difícil pararse en este lugar, pero me voy a arriesgar a decir que, si hay un libro clave para salir a vivir para mí es “El último padre” de Rodolfo Braceli, quién me complace presentarlo como poeta, dramaturgo y periodista argentino y como si fuera poco, nativo de estas tierras, nacido en Luján de Cuyo en el año 1940.

Elijo esta lectura porque estremece en cada paso, es arrollador y demasiado humano, es un libro corto y muy amable frente a cualquier lector; hace que lo mundano se coloque un disfraz metafísico, es impresionante como conexiona y deforma el lenguaje para explicar cuestiones tan simples y tan profundas bajo la lupa con la que el lo mira.

El libro relata y perpetua sus más hondos sentimientos, al enterarse y transitar su primera experiencia como padre. Siempre pienso que es un libro que contiene todo lo que una persona debe mamar desde muy pequeña. Y bueno, creo que no hay que dejar de recalcar que el hecho de que haya salido de Luján de Cuyo me infla el pecho.

Día del Escritor: un texto de Eduardo Pantano

-Hecho 1:
Auto-culpabilidad: Estigma incrustado en el camino; piedra en el zapato, un arrugado corazón y el “satisfactorio” des-amor.
Note haberme pensado sobre la yema de mis manos, mientras caricias blandas entregaba a cada espacio cuadrado de tu espalda. Me vi darte el primero de lo que vendrían siendo los últimos besos; me pediste irte, sin saber que era yo el que se iba; todo aquello justo antes de que te pidiera y me perdiera en algún surco de tu cara; creí haber murmurado un ápice, pero no, allí quedaba mi mano queriendo corroborar que todo era tan natural como las plantas al nacer de entre los restos de algo más. In-culpable, como yace mi sangre en cámara lenta, frente al elenco despiadado de mis sentimientos más mundanos; de aquí, anhelos desprendo en sueños sin poder continuar durmiendo. 2AM
Hecho 2:
La pesada herencia, “el recuerdo”: Habían especias desparramadas por todo mi jardín, un tomillo de cacheuta y una jarilla de Las Vegas; guardé de mis lugares predilectos, entre las montañas -el mejor momento- las mañanas y algún que otro tinto cuyano. Revolviendo, encontré aquellas películas que vi vernos ver; unas de jueves en la madrugada, otras de copas y mañas, algunas de culto y mucha acción -siempre fuego y mucho caos- tu personaje principal es infalible, arremete y me fulmina; te vi en escenas dejarme boquiabierto, pero nada de eso fue pasando; las películas se esfumaron, pasaron de moda, los tintos añejados, llenos de polvo y el café de la mañana que yo tanto preparaba paso a ser taza y no tazas.
Afirmo, soy agua y corroborado estanque me sostiene. El fuego me quema y el infierno me enseña a sanar; si llegas a ser alguien, que seas fuego y caos; verdadero infierno capaz de calentar este gran estanque. DOS AÑOS MAS TARDE.

¿Cómo nace y que significa para vos este escrito?

-Esto nace de salir perdiendo. Porque en la carrera del amor siempre un chasis roto sale; no creo en la perfección del todo y menos en la del amor, entonces fue ahí que se materializo.

Lo escribí hace 3 años y habla un poco del rol que le queda al que amó sin haberse correspondido ese amor, esa necedad de explicarse hasta el mínimo detalle y auto-boicotearse pensando haber perdido algo, que en realidad en ningún momento estaba pasando, digo, replantearse cosas que uno no hizo ni dijo para preservar aquello que se estaba gestando, pero es insostenible, es prácticamente un estado de guerra contra uno mismo y ahí aparece el juego de las pasiones y los egos; el súper yo y toda esa cosa particular del ser humano.

Para mi es importante escribir este tipo de crónicas, me ayudan a evitar patrones o por lo menos a entenderlos y saber que pueden suceder. Acá está presente la “Auto-culpabilidad” y “el recuerdo” como motor constante de cruenta realidad, obviamente, la dramatización del hecho es parte de la puesta en escena, suelo ser más eficiente a la hora de sanar, ojo, no quita que algo del dolor y el desamor no me atraiga (risas).

Lo comparto porque me describe y describe en parte los recursos que utilizo para contar algo; me gusta darle definiciones a palabras medias inventadas por mí o recurrir al “nihilismo de las palabras” en casos como “vernos ver” que te permite despejar las leyes de la física literaria para usar el idioma a tu gusto, también saltarme pasos y explicar un poco de todo, acotar momentos entre guiones para generar la escena y por último, terminar definiendo y librando al universo alguna tesis como “…si llegas a ser alguien, que seas fuego y caos; un gran infierno capaz de calentar este gran estanque.”

Por último, es un placer estar compartiendo esta información en un día tan importante, me cuesta decir Feliz Día, porque creo que falta mucho para que llegue ese día feliz en donde aquellos que quieran dedicarse a esto lo hagan con tranquilidad y seguros de sí mismos por lo menos.

Contenido provisto por: Ailín Cammeruccio