«Nadie se salva solo»: la coincidencia en los discursos de Alberto Fernández y el Papa Francisco

Con pocas horas de diferencia entre un diálogo y el otro, el Presidente de la Nación y el Santo Pontífice utilizaron exactamente la misma frase para referirse al coronavirus.

Ayer en la mañana el Presidente de la Nación, Alberto Fernández, participó de una reunión extraordinaria del G20 a través de videoconferencia, para discutir con otros líderes el impacto del coronavirus a nivel mundial y tomar determinaciones conjuntas y coordenadas en cada territorio.

Entre otras cosas, Fernández habló de la urgencia de crear un Fondo Mundial de Emergencia Humanitaria entendiendo que, para enfrentar esta crisis sanitaria global, resulta menester la cooperación solidaria de todas las regiones.

«Nada será igual a partir de esta tragedia. Tenemos que actuar juntos, ya mismo, porque ha quedado visto que nadie se salva solo», dijo el Presidente, acompañado por el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y el ministro de Economía, Martín Guzmán.

En el mismo sentido, Alberto celebró que tanto el Fondo Monetario Internacional como el Banco Mundial reconocieran lo insostenible que resultaban las deudas en este contexto para los países «más postergados».

Citando al Papa Francisco, el Presidente aseguró que ante todo, la situación demanda una nueva sensibilidad. «No podemos quedar pasivos frente a sanciones que suponen bloqueos económicos que solo asfixian a los pueblos en medio de esta crisis humanitaria», expresó entonces.

Para Alberto, de este modo la población mundial podrá superar la pandemia, pero además logrará «acabar con el vicio de la exclusión social, la depredación ambiental y la codicia de la especulación».

Lo que llama la atención es que apenas unas horas después, el Papa Francisco utilizó, no solo la misma línea de discurso, sino frases iguales en las palabras que dirigió al mundo entero desde la Basílica de San Pedro.

«Nadie se salva solo»

Por la tarde de ayer, el Papa Francisco rezó en el Vaticano por el fin de la pandemia y la crisis mundial que conlleva el virus. Su discurso fue transmitido en directo y escuchado por millones de fieles.

«La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades», expresó el Papa.

Más tarde aseguró que la pandemia puso en evidencia a la humanidad, que poco recuerda «lo que nutrió el alma de nuestros pueblos». «Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa bendita pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos», dijo Bergoglio.

Esta actitud la adjudica a la codicia por las ganancias, la absorción de lo material y el trastorno por la prisa, que ciertamente hizo mantener al hombre dormido ante las adversidades del mundo.

«No nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo», expresó el Papa.

Bergoglio destacó que, sin embargo, «nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes, corrientemente olvidadas, que no aparecen en portadas de diarios y de revistas». Se trata de «médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas» que están escribiendo los acontecimientos decisivos de nuestra historia y que, como otros tantos, «comprendieron que nadie se salva solo».