La sensibilidad y compromiso de Alicia D’Amico, en «Podría ser yo», se expone en el Bellas Artes

La exposición de Alicia D’Amico podrá verse hasta el 2 de abril en el museo de Bellas Artes.

Imágenes captadas en barrios populares en la década del 80 por la lente de la argentina Alicia D’Amico -una de las fotógrafas argentinas más importantes del siglo XX- integran la muestra «Podría ser yo» que exhibe más de 45 fotografías en el Museo Nacional de Bellas Artes, incluidas en un ensayo sociológico que lleva el nombre de la exposición, realizado por Elizabeth Jelin y Pablo Vila, publicado en 1987.

Convocada por los investigadores para registrar el trabajo de campo que ellos iniciaron en plena dictadura cívico militar, D’Amico (1933-2001) se incorporó al equipo en plena transición democrática cuando Jelin y Vila decidieron darle forma de libro a la investigación, y consideraron que era fundamental tener imágenes de los rostros, actividades y vida cotidiana de los entrevistados.

Así, en la década del 80, la artista tomó más de 600 fotografías en distintos barrios, ámbitos de trabajo y conventillos que formaron parte de la investigación y en las que quedó impresa una forma de habitar el territorio, con imágenes que reflejan su mirada feminista y humanista y su interés por el contexto social.

Curada por la artista e investigadora Agustina Triquell (Córdoba, 1983), la muestra recrea el libro «Podría ser yo» -que tiene 127 fotos- donde las imágenes ocuparon un lugar central en la investigación, ya que los entrevistados fueron luego invitados a compartir las ideas, interpretaciones y sentimientos que las fotografías y textos les provocaban, y tuvieron la posibilidad de participar con sus opiniones sobre el registro que se hizo de sus actividades laborales, hábitos, formas de construir sus viviendas y vínculos con el ocio.

En el segundo piso del Bellas Artes, la exhibición se despliega en fotografías de mujeres que realizan tareas domésticas o construyen sus viviendas; una larga fila de personas que aguardan la llegada del tren; niños lustrabotas trabajando en la calle; obreros en una fábrica; una mujer que toma mate como única posibilidad de disfrute del ocio, y personas que integran una protesta o revelan su vida como migrantes.

Al mismo tiempo, sobre una de las paredes, todas las imágenes captadas por la artista van pasando -como en diapositiva- ampliadas en su tamaño, mientras que en una mesa dispuesta en el centro de la sala se exponen varios de los libros con los que algunos visitantes y sindicatos participarán de distintas actividades, al conmemorarse este año los 40 años de apertura democrática.

«Este trabajo de vinculación de palabra e imagen fue el resultado de un proceso de investigación que comenzó durante la dictadura acerca de la vida cotidiana en distintos barrios, casas de familia, ámbitos de trabajo, en conventillos de La Boca, en Quilmes, en villa la Cava, en San Isidro, o en el centro de Avellaneda, así como en protestas en la plaza de los Congresos, sorteando los peligros que imponían aquellos años», dice Jelin a Télam durante una recorrida por la muestra.

En las entrevistas grupales con la gente «la consigna era muy sencilla: queremos hacer un libro sobre cómo vive la gente», explica la socióloga.

D’Amico logró más de 600 fotos, y «cuando nos planteamos la selección del material para el libro y la muestra, el trabajo curatorial no tenía que ver con las fotos que más nos gustaban o cuáles eran las mejores en términos estéticos, sino que trabajamos con una edición dada de antemano por las imágenes que habían hecho sentido en ese trabajo de campo inicial», explica Triquell.

La activa participación que los investigadores dieron a los entrevistados se ve reflejada en los títulos que dan nombre a cada uno de los capítulos del libro, surgidos de expresiones de los vecinos y familias, y se trasladan a la sala de exposición junto a las imágenes: «Los libros son como los ojos de uno, te hacen ver»; «Hay mil maneras de ganarse la vida»; «El ocio es de los otros»; «Nosotros estamos con la democracia. Ella está con nosotros?»; «La resignación de esperar» y «Migraciones».

En el caso de «Migraciones», las imágenes revelan la realidad de personas que llegan a un lugar y tienen que construir su casa, o gente que construyó su casa y los tapa la inundación. Las fotografías dan cuenta de los materiales con los que construyen sus viviendas y así una pared se levanta con papel compactado o con maderas. También las imágenes muestran que se habita el lugar donde se construye, por lo que adentro de la estructura de la vivienda hay una cama tendida con sábanas, lo cual se diferencia de «la manera de construir una vivienda que se piensa desde la clase media», reflexiona Jelin.

En las imágenes de la espera, las fotografías están relacionadas, en un caso, con un grupo de personas reunida en torno a San Cayetano, esperando que el santo haga su milagro, y en otra, la espera está vinculada a la compra de un boleto de lotería, que alimenta la ilusión de mejorar la calidad de vida.

En la sección sobre la democracia, las imágenes dan cuenta de un hombre que vende banderitas, o de grandes racimos de chorizos que cuelgan para luego transformarse en choripanes, en el ámbito de una marcha; en otras un grupo de personas que forman parte de movimientos sociales participan de marchas frente al Congreso y en la Plaza de Mayo, y en otra de las fotos, una pintada, sobre una pared, reza «Basta de comer polenta».

En las fotografías aparecen también personas realizando «trabajos calificados, empleadas domésticas desarrollando tareas en casas de familia de clase media, y se muestra una imagen relacionada con la patria potestad donde ellos dicen «Eso a nosotros no nos pasa. Por qué será?» lo que ilustra, algo de ciertas variables del Podría ser yo y no soy yo, en ese doble juego de sentido que hay en las imágenes», dice Triquell.

Las imágenes seleccionadas para el libro y la muestra, tienen que ver «con las que más impacto tuvieron en la gente, pero también la elección pasó por cuidar un aspecto que hoy se llamaría paridad y que en aquella época no existía. Se hizo para que no hubiera un dominio masculino, y que hubiera viejos, viejas, chicos y chicas, varones y mujeres, inclusive hay personas con discapacidad», dice Jelin al señalar que «la variedad sociodemográfica es muy amplia» y por eso no pueden quedarse con «aquello que predomina en la cultura del momento».

Así hay «un chico lustrabotas y un viejo lustrabotas; una mujer que vende ajíes y una mujer que realiza un trabajo más calificado en una fábrica, un hombre que es soldador en la fábrica y otro que es vendedor ambulante», explica la investigadora.

En el espacio de ocio, donde se observan imágenes de personas bailando tango, hombres jugando a las cartas o niños viendo una obra de teatro, también se refleja un reclamo de las mujeres que decían «el tiempo libre es de los otros» porque, por ejemplo, un domingo que es un día de descanso, lavaban la ropa; y el ocio de las mujeres como máximo era tomar mate con alguien, dice Jelin.

Cuando los investigadores y D’Amico volvieron en los 80 a los diferentes escenarios, «algunas personas manifestaron que no les gustaba lo que habíamos hecho, tanto es así que el libro empieza con dos réplicas de gente que nos confronta», dice Jelin. «No estaban de acuerdo con una foto de una vivienda que había sido tomada hacía dos años, y nos dijeron: ‘por qué no sacan de nuevo una foto de la casa de Basilia, ahora el frente no es el mismo, la casa está mejorada, por qué ustedes sacan solo lo feo?», recuerda Jelin. Y a partir de este reclamo de los vecinos, se tomó una nueva imagen de la casa de la familia de Basilia, con la que se inicia el libro.

«El libro fue un estímulo para mucha gente, para poder pensar y pensarse. Y por eso digo que en ese primer año de distribución hubo comunidades a donde llegó el libro y donde algunos jóvenes dijeron nosotros podemos hacer algo parecido, como ocurrió en la localidad cordobesa de Las Varillas. En general, la gente que participó de la investigación es gente muy estigmatizada por los sectores dominantes, y esta iniciativa fue un estímulo para autovalorarse y pensar que ellos también podían mostrarse, pero no como los muestran las policiales de la televisión», reflexiona la investigadora.

Editado originalmente en 1987 y distribuido gratuitamente en barrios populares, clubes de barrio, asociaciones vecinales y lugares de trabajo, el libro fue reeditado en 2018, con un volumen adicional nuevo, en el que se incluyen reflexiones, análisis y recuerdos de Jelin y Vila, con textos de otros investigadores invitados.

Como parte de las actividades que convoca la muestra, y en el año que se celebra los 40 años de la apertura democrática en Argentina, el viernes 10 de marzo, a las 18, se realizará la charla «Proximidad y distancia», de la que participarán Laura Gutiérrez, Sergio Caggiano, Francisco Medail y Juan Cruz Pedroni, en la sala donde se exhibe la muestra.

«Podría ser yo. Alicia D’Amico y la fotografía como experiencia colectiva» podrá visitarse hasta el 2 de abril de 2023 en la sala 42 del segundo piso del museo -ubicado en avenida del Libertador 1473- de martes a viernes, de 11 a 20, y los sábados y domingos, de 10 a 20, con entrada libre y gratuita.