Eliana Abdala, la pluma godoicruceña que reflotó los valores de Belgrano con «El caballero andante»

La escritora fue galardonada con el primer puesto del concurso Belgrano Hoy, en la categoría cuento.

Eliana Abdala es la vecina godoicruceña que ganó el primer puesto en la categoría Cuento del concurso Belgrano Hoy, organizado por la Sociedad Argentina de Escritores de Godoy Cruz (SADE) que, en esta oportunidad, logró una masiva convocatoria.

El concurso tuvo como objetivo rememorar la figura del prócer argentino a 200 años de su paso a la inmortalidad, como modelo de ciudadano comprometido con su patria.

La convocatoria, que se realizó numerosas veces de forma interna en la SADE y que este año se hizo público, buscó hacer hincapié en el rescate de los valores humanos transmitidos por Belgrano, como la entrega al bien común, perseverancia, valentía, honradez, humildad y generosidad.

Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano

Valores que la escritora de 69 años, egresada de la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Nacional de Cuyo, supo tener muy bien en cuenta a la hora de escribir “El caballero andante”.

Abdala, de pluma conocida por los mendocinos por sus numerosas publicaciones literarias, fue elegida por un amplio jurado que contó con el apoyo de la Secretaría de Desarrollo Humano de la Municipalidad de Godoy Cruz, el auspicio de la Junta de Estudios Históricos de Godoy Cruz y el Instituto Nacional Belgraniano.

Eliana Abdala

“El Caballero Andante, de Eliana Abdala, es una narración muy bien elaborada en la que la palabra es pensamiento y creatividad, sin perder lo conceptual. Hay un proceso de elaboración constante lo que le da a la autora la posibilidad de abordar la figura de Belgrano de un modo original, se toma distancia para transformarlo en objeto poético sin afectar la realidad histórica», señaló Norma Dávila, miembro del jurado.

Además, agregó: «Hay recursos líricos como la figura del ‘ángel’ que no es otra cosa que el ángel que poseía el prócer y que se manifestó en toda su vida a través de su trayectoria y por otro lado la intertextualidad ya que ‘el caballero andante’ rememora a esa figura quijotesca cuyos ideales de justicia, libertad y verdad son los mismos de Belgrano, las citas textuales con sus palabras así lo corroboran”.

A continuación, «El Caballero Andante» de Eliana Abdala, el cuento ganador del concurso Belgrano Hoy.

El Caballero Andante

            Cuando estaba en 5ª grado gané un concurso de ortografía. El premio fue un libro: “Vida del General Manuel Belgrano”, de la colección Billiken. Estaba muy feliz con mi premio y muy orgullosa. Leer el libro, página a página, fue un placer y descubrí una figura entrañable.

            La figura del doctor Manuel Belgrano se yergue entre todas las figuras que pueblan el balcón del Cabildo. Luego de muchos cabildeos se asoman unos cuantos hombres dispuestos a la proclama. Allí el doctor don Manuel. Pero en vez de hablar o proclamar, se quedó mirando alguna nube.

            Sí, todos lo conocen. Es el Secretario del Consulado, es un hombre muy de letras que se ha graduado en Valladolid, es un doctor el joven. Es joven y apuesto este doctor don Manuel, y se ha venido hablando de distribuir tierras para que las gentes cultiven, y eso es nada, se le ha puesto que todos deben ir a escuelas a letrarse, aunque sean niñas o mujeres ¡Qué ocurrencia! Y que es necesario mucha industria para el progreso de los pueblos, ése, el mismo, el mismo que anda dibujando sueños para el bien de las gentes, para formar una patria o algo así, vaya, qué dirá Su Majestad Fernando VII. Porque ahora anda por ahí hablando de libertad.

            El ángel, pequeño y alado pasó raudamente sobre la plaza, como si fuera un suspiro, como si fuera una brisa, como si fuera un sueño. Voló hacia el balcón, él se jura a sí mismo que lo vio, y pasó sobre su hombro y luego se perdió entre las densas nubes que ese día poblaban el cielo.

            El doctor Manuel Belgrano discutió mucho, argumentó más, desarrolló ideas, vociferó proclamas. Un día agotador. Pero luego, en medio de su soledad, él sabe que lo vio. Fue muy fugaz, como un vientito que pasó por su lado, pero lo vio y tenía unas alas pequeñas y brillantes. Le pareció que llevaba una bandera. No estuvo muy seguro porque ese día llovía y las nubes eran densas. Pero sí, llevaba una bandera que ondeaba en la brisa. En fin…

            Este caballero sabe qué hay que hacer. Este caballero recorre infinitas calles para lograr deshacer entuertos y rescatar las gentes de tanto atraso. Y va y viene y escribe. Escribe mucho en unos periódicos para que todos sepan. Este caballero quiere que todos sepan… y ahora es parte del Gobierno, una Junta dicen…

            Todo está patas arriba, doña…

            Es que nuestro rey y señor ya no está reinando…

            ¿No? ¿Qué le pasó?

            Algo como que está prisionero de unos franceses…

            ¡Y qué mucho jaleo que están armando con esa Junta que nos dará gobierno!

            Yo creo que si está ese caballero doctor don Manuel Belgrano algo bueno saldrá, porque siempre anda tras ideas locas…

            La figura del General se recorta contra un horizonte de ocasos, de sol anaranjado en la calurosa tarde del litoral. Porque el doctor se hizo general. Vaya pues…

            Han de saber todos que no hay objeto más digno de la atención del hombre que la felicidad de sus semejantes…

            Han cabalgado muchas leguas en medio de pantanos, de mosquitos, de escasa comida, de palmeras y selváticos montes. Han cabalgado en flacos corceles que enferman, al igual que los hombres labriegos improvisados soldados que no saben adónde van ni para qué. Ah, sí. Al portentoso Paraguay.

            Está muy cansado. Está más delgado, está algo desilusionado.

            Caballero de la triste figura, sigue su marcha en un jamelgo junto a otros soñadores como él. Su lugarteniente. O qué se yo… porque también le ceba unos mates.

            Porque, amigo, ha de saber usted que yo no busco glorias sino la unión de los americanos y la prosperidad de la Patria.

            También lo acompaña un coro de pájaros cuyos cantos hablan de la creación. El General es devoto cristiano y sabe que por ahí, entre las ramas del saucedal anda el ángel que de vez en cuando hace brillar sus alas. ¡Es tan pequeño!

            El portentoso Paraguay lo recibe a balazos y él contesta con palabras, con ideas, con sueños. Caballero como es resalta entre todas las consignas una: Revolución.

            Y en Paraguay se contagiaron el sueño. Y ahora todos repiten la palabra Revolución.

            Sabrá usted, amigo, que he venido en quitar todos los obstáculos que se oponían a la formación, adelantamiento y progreso de este pueblo…

            Y mientras decía estas palabras el ángel sobrevolaba un terreno siguiendo el Arroyo Mocoretá… el general entendió y señaló con su espada un terreno más adelante: ¿ve usted amigo esa ciudad más adelante? Será muy importante para el paso del comercio… pero General, disculpe usted, yo no veo más que un terreno cruzado por esteros entre los muchos arroyos que hay por acá…

            Ahora verá usted la simiente de la ciudad. Y se llamará Curuzú Cuatiá. Y ahora atenderé a la cuestión de los terrenos. Y mando que se deslinie por el piloto Don Domingo Bruquer dando a las calles la dirección Nor –Este, Sud-Este y Noroeste, Sud-Oeste veinte varas de ancho…

            Pero señor General, usted ve algo allí donde nadie ve nada. Y le alcanza otro mate.

            Ya ve usted, ahora todas estas gentes tendrán casa, podrán escuchar la Palabra Divina, y tendrán sus terrenos de cultivo. Y ahora vamos, debemos seguir cabalgando.

            Y cuentan que el caballero parecía el de la triste figura de tanto cansancio y ocupaciones, de tanto ilustrar pueblos diciendo libertad, de tanto formar tropas siendo él doctor, de tanto  cabalgar en flacos caballos que algunos le alcanzaban desde las estancias y que no conforme con ello, vio un terreno extenso… y repitió aquello de que veía allí un pueblo muy importante para el paso del comercio por estar cerca del Río Uruguay y entonces trazó nuevamente lo ejidos correspondientes y lo llamó Mandisoví, como llaman los guaraníes en su lengua… y el caballero andante decía que era necesario procurar el progreso de la patria y la felicidad de los pueblos… pero sólo él lo veía porque todos los demás solo veía terrenos extensos con algunas chozas de indios pobrísimos…

            Volvió a cabalgar General Manuel Belgrano y ahora se encuentra acampando en unas barrancas junto al río Paraná, un río barroso y tan ancho que no puede ver la otra orilla. Se queda contemplando y piensa ¡cuán grande es mi patria! Y el pequeño ángel parece flotar sobre el agua barrosa y esta vez le muestra con claridad que sostiene una bandera que ondea al ritmo de las ondas del agua. Brillan las pequeñas alas, y él entiende. Así habló a todos desde el pie de un mástil que no era otra cosa que una larga rama de árbol:

            … Y siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, mandela hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela…

            El General Manuel Belgrano se hizo Bandera.

            Y volvió a cabalgar en su corcel algo cansado, seguido de todos en una formación algo despareja, porque era necesario desparramar la patria para todos lados, y corregir allí donde había injusticias y gente clamando. Partió hacia el Alto Perú.

            Ha cabalgado muchas leguas. Está cansado y se siente algo enfermo, no sabe de qué, pero las indias le acercan remedios que conocen. Las indias lo quieren porque muestra amor. Caballero de la triste figura, remonta cuestas y atraviesa llanos. ¿Qué mundos persigue el General, el caballero que cabalga con una Bandera como el cielo? Es que él ve ese mundo que no existe y que quiere crear.  Muchos hombres lo siguen. Él los escucha porque son como él, bravos. Como él ven algo más que la tierra y los cerros y los ríos, algo que se ha de llamar patria.

            Son gauchos rudos, son gente pobre, y llegaron con fusiles viejos, lazos, boleadoras y le dicen que saben batallar, que el norte debe ser para ellos, que no se vuelva, que vieron la Bandera desde lejos, desde las serranías, desde las huellas, desde los corrales, desde las torres de la catedral, desde las terrazas de las casas principales, y le dicen que ya vieron la Bandera, que no se vuelva, que pelearán junto a él, que Buenos Aires está muy lejos y no la conocen, no la saben, no la sienten…

            El General vela las armas. Caballero de la triste figura ahora está buscando el ángel, pero no lo ve. Reza con mucho fervor, reza porque su corazón es piadoso. Reza y cree.  Solo ve su Bandera flamear en un asta en la plaza del Tucumán. Vela las armas la noche completa. Al día siguiente hubo batalla.

            …porque han de saber, señores, que la gente de esta jurisdicción se ha decidido a sacrificarse con nosotros y lo abandonarán todo… acaso la suerte de la guerra nos sea favorable animados como están los soldados…

            Y hubo batalla donde lucieron los ponchos coloridos y mucho valor que el general empujaba. Y luego, abrazó a don Pío Tristán, general enemigo pero su amigo de juventud y perdonándolo lo dejó ir, cosa que no perdonaron todos los demás. ¡Ah, corazón magnánimo si los hubo!

            Pero su enemigo es enemigo y lo traiciona.

            El General ama a esa mujer que no puede tener. Ella dice que lo ama, él cree que esa hermosa doncella lo ama también. Es más bella que el bello atardecer, es más suave que el vuelo de las mariposas, es más gentil que las varas de azucenas que adornan su patio. Y él le ha prometido entregarle su vida. Y ella ha sonreído porque caballeros así no se encuentran en su aldea. Habrá una hija luego…

            Caballero de la triste figura debe partir. Hay mucho entuerto que enderezar todavía. Hay mucho que batallar por la revolución. Él es un caballero andante y no puede permanecer. Hay un mundo que lo necesita para que remedie todos sus males.

            Espérame mi bella señora, yo volveré a buscarte y a buscar a nuestra hija, espérame…

            Cabalgó por los cerros del Alto Perú. Es que el ángel pequeño se mostró otra vez y le señaló su destino. Pero el pequeño ángel tenía el ceño fruncido, así como preocupado.        Y luego le señaló otro rumbo porque escuchaba, escuchaba algo así como un suave sonido entre los cerros…

            Cabalgó nuevamente hasta Jujuy, la tierra del altiplano que lo llamaba con sus quenas y sus cajas y él escuchaba el llamado en sus noches de desvelo. Cabalgó para salvar al pueblo coya y pobre, a los ricos señores hacendados, a las valerosas mujeres que empuñaban un fusil para seguirlo mientras acunaban a sus hijos… ¡Vea General, están saqueando las estancias… se llevan el ganado y el maíz… vea General que no tenemos quien enderece este  entuerto de atropellos y matoneadas que nos azota ahora! ¡Venga algún Caballero que sepa empuñar la lanza y ponga justicia y libertad por aquí…!

             Andando sendas desconocidas seguía el llamado de los hijos de la tierra asolada. Así llegó a Jujuy. Observó atentamente la situación y luego de rezar y encomendarse a la Virgen y bendecir la Bandera como el cielo, les dijo a todos que debían marcharse…

            ¡Cómo General nos vamos a marchar y dejar todo lo que tenemos y somos aquí! Pues sí, todos nos iremos y el enemigo no nos encontrará. No encontrará nada…

                Pues ha de saber vuestra excelencia que las gente de esta jurisdicción se ha decidido a sacrificarse con nosotros, si se trata de defenderla, y de no, no nos seguirá y lo abandonará todo…

            Y todo un pueblo lo siguió en sus andanzas de mucho andar. Cargaron algunas carretas, envolvieron a los niños, trajeron sus armas de luchar y armas de labranza, acomodaron a los ancianos, cargaron sus mulas y siguieron al Caballero más caballero andante por los caminos hacia Tucumán porque ese General Caballero había enarbolado una Bandera como un cielo y veía mundos nuevos allí donde no había más que caseríos entre cerros…

            Y volvió a velar las armas toda la noche porque hubo batallas una y otra vez.  

            Cabalgó por los cerros del Alto Perú. Es que el ángel pequeño se mostró otra vez y le señaló su destino. Pero el pequeño ángel tenía el ceño fruncido así como preocupado.

             Salió maltrecho del encontronazo en Vilcapugio, lo recogieron unas niñas que andaban curando heridos y repartiendo esperanza entre tanto estropicio ¡Ay, señor general, pero qué ha pensado usted que pasaría!

             Pero en el Tucumán se escuchó la proclama de libertad por la que él tanto trabajó. Cabalgaba estaba muy delgado y tenía una triste figura.

            Entonces otro caballero lo abraza al verlo dibujando una patria para todo un pueblo. Le dice que él sabe cómo es esa patria que está soñando, que él también la persigue para que sea realidad, que se vuelva a Buenos Aires, que él se hará cargo, que ya no cabalgue más.

            El General Manuel Belgrano vuelve pobre, enfermo y maltrecho. Hubiera preferido que lo llamaran doctor. Pero tuvo que cabalgar para destrabar injusticias y liberar esclavos. Esos gigantes monstruosos giraban e invadían su tierra como grandes aspas de molinos que él enfrentó sin dudar.

            Caballero de la triste figura vuelve maltrecho. Peleaba por un sueño que una vez un ángel le mostró fugazmente y él lo siguió. Sabía que solo él podía lograrlo.

            Regresó a Buenos Aires porque un caballero de superior hechura lo convenció en la contienda.

            Ahora yace en su lecho, no tiene fuerzas, tiene fiebre y tose mucho.

            Tiene pocas cosas porque todo lo entregó en los senderos de una tierra que proclamaba grandeza, solo dejó en herencia las ideas que los sabios libros semillaron en él, en ellos.

            Pocas cosas, casi nada,

            Un reguero de Libertad.

            Una Bandera que parece un cielo.

            Una esperanza de justicia.

            Una idea de dignidad.

            ¿Qué poquedades son esas para tan grande sueño?

            Poca cosa señor, porque no tiene nada, no tiene con qué pagarle a su médico, no tiene con qué pagar su comida, no tiene una lápida para su tumba. Pero es que él hubiese preferido que lo llamaran doctor.

            El Caballero yace en su lecho y ve entre febriles ilusiones al pequeño ángel con alas plegadas.  Buenos Aires se agita en mezquinas contiendas. ¡Ay Patria mía! Qué ideal tan querido que se cae a pedazos…

            El Caballero General tiene la figura más triste que nunca. Sabe de su derrota. Sabe de su victoria.

            Y en el mástil de la plaza ondea una Bandera azul y blanca como un cielo.

            Un pequeño ángel de alitas brillosas sigue empujando caballeros de triste figuras que dibujan en el aire sueños de grandeza. Que vuelven a tomar viejas armas para librar batallas nuevas.

Contenido provisto por: Emilia Agüero