Quién fue Cosme Saavedra, el primer godoicruceño en un Juego Olímpico

Fue un ciclista que se convirtió en el primer mendocino en participar en un juego olímpico. Conocé su historia.

Pasaron casi 100 años. Hacía apenas 25 años que la Torre Eiffel se había terminado de construir, en medio de una polémica de diversos artistas que la veían como un monstruo de hierro. Fue en ese momento, en 1924, que aterrizó en París Cosme Saavedra. Junto con él iban otros 92 deportistas que iban a competir en los Juegos Olímpicos de París.

Cosme Damián Saavedra, tal como era su nombre completo, había nacido el 27 de septiembre de 1901. A los pocos años, sus padres le dieron una bicicleta de regalo y nunca más quiso otra cosa. Ya de adolescente ingresó a trabajar a una bodega y a una cervecería. Con sus ahorros fue que se compró otra bicicleta con la que entrenaría a la par que trabajaba.

Ese esfuerzo valió sus réditos y comenzó a transitar una gran historia plagada de carreras ganadas y medallas colgadas de su cuello.

Con 23 años, Cosme fue seleccionado para formar parte de la primera delegación argentina. En total era en 93 deportistas y él formaba parte del equipo ciclístico.

Su participación no dejó medallas pero tampoco fue mala. Terminó en la posición 30 entre 59 ciclistas. El archivo dice que el ganador lo aventajó por 48 minutos y 28 segundos en la prueba de 188 kilómetros de ruta.

Cuatro años después, en Ámsterdam, Holanda, Cosme formó parte de los 102 deportistas argentinos que viajaron hacia ese país.

La prueba en la que compitió fue de 168 kilómetros en ruta. Allí mejoró su performance y terminó en el puesto 15, a 26 minutos del primero.

No fue la única prueba. También compitió en contrarreloj donde terminó octavo junto a Francisco Bonvehi y José López.

Fue a través suyo que sus tres hermanos también se unieron al ciclismo y se convirtieron en sinónimo de este. Con el paso de los años fue inspirando a otros hasta que el 3 de julio de 1967 falleció en Buenos Aires, dejando una leyenda detrás.

Contenido provisto por: Daniel Calivares