La historia del nombre de la comuna Cacique Ariacaiquín está íntimamente ligada a la comunidad mocoví. El mocoví es un pueblo originario argentino que habitó (y habita) durante siglos en zonas de Santa Fe, Chaco, Formosa y Santiago del Estero.

En el Siglo XVIII, el cacique Ariacaiquín fue líder de este grupo y amenazó el mando de los colonos con prácticas violentas, tal lo relata Oscar Roque Aguiar en su novela El Gran Cacique Ariacaiquín.

En busca de paz, intervino un grupo de católicos jesuitas liderados por el Padre Francisco Burgués y el Padre José García, que por aquel entonces intentaban calmar los niveles de violencia que había entre los sometidos pueblos originarios y los conquistadores ya establecidos.

Una de las principales herramientas de paz que manejaban los jesuitas eran las reducciones. Se trataba de pueblos creados con el fin de proteger a los indígenas de la explotación y la esclavitud. Las reducciones eran misiones donde los originarios podían vivir y trabajar en paz, sin ser sometidos.

En 1741, el cacique Ariacaiquín aceptó la oferta jesuita de vivir con su tribu en una reducción. La paz se selló con la conversión al cristianismo de Ariacaiquín y su tribu, que pasaron a la historia por ser los primeros en aceptar la conversión religiosa y así asentar la paz y la buena convivencia.

Desde ese momento, el cacique Ariacaiquín pasó a ser un emblema de que era posible la convivencia entre nativos y colonos, sin permitir el sometimiento ni ejercer violencia. En definitiva, un símbolo de paz.

Casi 200 años después, en la Santa Fe que habitó Ariacaiquín, una estación de ferrocarril pasó a tener su nombre. Se trata de una estación ubicada cerca del Arroyo Saladillo Dulce, siendo en ese entonces parte de colonia La Brava, en el departamento de San Javier.

Por decreto, el 2 de diciembre de 1931, se asignó a la estación de ferrocarril el nombre de Cacique Ariacaiquín, alrededor de la cual se estableció el pueblo que hoy lleva el mismo nombre.