“Fua, el Diego”: el repaso de un fin de semana completamente maradoneano

El sábado, Argentina se coronó campeón de la Copa América tras vencer a Brasil, y al día siguiente, Italia hizo lo propio frente a Inglaterra para levantar la Eurocopa tras 53 años. La alegría, la nostalgia, y esa magia inexplicable que generaba Diego Maradona está más presente que nunca.

Si hablamos de fútbol, hablamos de literatura. Tanto de la que se escribe en papel o computadora y se plasma en libros, como de aquella que parece escrita por algún guionista de la película que vivimos los humanos todos los días, de la realidad. Eduardo Galeano, escritor, periodista y pensador del mundo de la pelota, dijo que el fútbol es la única religión que no tiene ateos. Podríamos interpretar que es porque a nadie le es indiferente, pero debe haber algo más, especialmente después de este fin de semana.

Las finales de la Copa América y de la Eurocopa llegaron con varias señales de que, quizás, realmente existe algo después de la muerte, o que aquel ídolo argentino -el más grande acaso- que hace menos de un año pasó a la inmortalidad, Diego Armando Maradona, no era más que un enviado de una tierra divina desconocida por el resto de los humanos, una especie de evangelio, alguien como Jesús, enviado desde arriba a extender su palabra.

Más allá de las nubes con la forma de su cara, las sombras que se parecen a su firma, también de una pelota que casi por arte de magia no entró en el primer Superclásico que se jugó entre River y Boca luego de su fallecimiento y de los memes con la leyenda: “Fua, el Diego”, este fin de semana cuestiona hasta al más ateo de los ateos. El hecho de que Argentina venciera a Brasil en el Maracaná para cortar una sequía de 28 años sin títulos, siendo el primero y tan ansiado de Lionel Messi con la selección mayor, e Italia ganara por penales en una épica definición ante Inglaterra, aquel rival de ese mítico partido de cuartos de final de México 1986 que lo elevó a calidad de Dios al máximo ídolo argentino, no puede ser ignorado.

Diego Armando Maradona partió de nuestro mundo el 25 de noviembre del 2020. Con él se fue quien es considerado el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos, especialmente por quienes tienen los años suficientes para haberlo visto jugar, pero también una persona única, polémica, incorrecta, completamente política, luchadora, rebelde, machista, inteligente a pesar de carecer de educación formal, nacido en la extrema pobreza y llevado “de una patada en el culo a la cima del mundo”, como comentó alguna vez.

El Diego es -sí, con ese tiempo verbal- alguien elevado a un nivel divino, pero también completamente terrenal, tan terrenal como cualquier otro mortal, a pesar de haber estado lejos de serlo. Lo lloró, y todavía lo hace, un pueblo entero, y no me refiero exclusivamente al argentino, sino a su pueblo: sus fieles, aquellos, aquellas y aquellxs que están en todo el mundo, y también quienes empatizaron con el dolor de los primeros. Los mismos que no pudieron evitar pensar en él y hasta llorar de melancolía por su recuerdo en este fin de semana. ¿Cómo hubiera vivido Diego los triunfos de su amada Argentina y su querida Italia sobre sus dos mayores rivales? ¿Qué frase para el recuerdo nos dejaría?

El fin de semana más maradoneano

Luego de que el árbitro uruguayo Esteban Ostojich decretara el final de una terrible maldición para la Selección Argentina, Messi se arrodilló en el suelo del mítico estadio Maracaná y comenzó a llorar. Desconsolado de alegría y liberándose el peso del pasado, de las finales perdidas, de las frustraciones del camino hasta llegar a este momento.

El golpe del que había hablado el capitán argentino en una rueda de prensa se había consumado. La victoria de Argentina frente a su clásico rival consiguió una emoción similar a otra lograda por su antecesor, por otro diez bajito que llenó de risas la tierra. El pase de Diego a Claudio Caniggia, quien anotó el único gol del partido para dejar eliminado a Brasil en el Mundial de Italia 1990, es una efeméride puesta en la historia de nuestro fútbol.

Fue en ese Mundial, en el que se enfrentó a su querida Italia, el país donde Diego brilló al igual que como supo hacerlo con la camiseta albiceleste. En Nápoles lo adoptaron como uno propio, y hasta el día de hoy cualquier argentino que allí viaja, es bien recibido. Levantó no solo a un equipo humilde del sur que estaba acostumbrado a perder con los poderosos del norte, sino también a una ciudad y a un pueblo que era tratado como ciudadanos de segunda en su propio país. En ese Mundial, al momento de enfrentarse a su patria adoptiva, Diego llamó a los napolitanos a alentar por argentina, pero la respuesta no fue necesariamente la esperada por el “10” argentino.

Antes de ese enfrentamiento que finalizaría con victoria argenta, en aquellos años maradoneados de la ciudad napolitana creció un pequeño Lorenzo Insigne, el hoy “10” de la selección italiana. Nacido en Frattamaggiore, uno de los barrios más humildes de la ciudad, creció admirando la figura de Maradona, tanto que, actualmente, lo tiene tatuado en su pierna izquierda. Luego de altos y bajos en su carrera, Lorenzo brilla con 30 años en el Napoli y en su selección, flamante campeona de la Eurocopa, que derrotó por penales, luego de empatar 1-1 en el tiempo regular y el suplementario, a un rival conocido de su ídolo: Inglaterra.

El partido de Maradona con los ingleses es historia conocida. La mano de Dios, el mejor gol del siglo y de la historia de los mundiales, el relato de Víctor Hugo Morales, la revancha por Malvinas. Es hasta más recordado incluso que la semifinal contra Bélgica y que la final contra Alemania Federal, y es el partido en el que Maradona pasó a un plano distinto del que nunca iba a poder volver, ni aunque quisiera hacerlo.

Por aquel entonces, Mario Benedetti, escritor y poeta uruguayo, fanático del Diego, comentó: “Aquel gol que le hizo Maradona a los ingleses con la ayuda de la mano divina es, por ahora, la única prueba fiable de la existencia de Dios”. Con toda la nulidad posible, ahora podríamos preguntarnos: ¿Será este fin de semana una prueba fehaciente de que existe la vida después de la muerte? ¿Acaso Dios existe y se llama Diego Armando Maradona?

La respuesta nunca será concreta, y varía en relación de la religión en la que se crea, pero para el máximo artífice del triunfo argentino en la tierra, Lionel Messi, y probablemente para todo el resto del equipo, existió una banca, una ayuda divina del histórico “10”, quizás el último milagro maradoneano. Su pueblo lo reconoce de la misma manera, ya que, tanto en el Obelisco como en los otros puntos del país donde se festejó el campeonato argentino, además del “Brasil, decime que se siente” y de las alabanzas al mejor jugador del mundo actualmente, todas las voces se unían cantando el nombre del inolvidable ídolo: Diego.

Contenido provisto por: Francisco Rodriguez