Educación virtual: cuáles son los desafíos de esta nueva modalidad

La docente bellavistense Victoria Ramírez nos contó su experiencia en las aulas virtuales y propuso algunas aristas de debate.

La profesora de Psicología Victoria Ramírez nos contó cuáles son los nuevos parámetros bajo esta realidad afectada duramente por la pandemia de Covid. Hablamos sobre las dificultades a la hora de trabajar con los alumnos y sobre por qué los docentes prefieren la presencialidad en las escuelas.

—¿Qué diferencias encontrás en tu trabajo docente en este nuevo contexto?

—No sé si son diferencias o es la ola de oportunidades para mostrar todo lo que fuimos adquiriendo a lo largo de la formación docente. Desde el primer año nos hablan de planificar y conocer al grupo de estudiantes, sus necesidades, plantear objetivos y pensar los recursos. Creo que por primera vez estamos haciendo este proceso de manera minuciosa y trabajando mucho en las adaptaciones curriculares (ya que muchos ya tenían de base una planificación para la modalidad presencial).
 Personalmente el año pasado adapté mi habitación en una oficina multifunción: mejorar la luz, encontrar un fondo que me sirviera para hacer buenos videos explicativos, ver alternativas para mejorar el audio, incluida una banqueta para estar cómoda. Fueron muchas horas de trabajo frente al monitor, porque de repente todos los espacios de encuentro con los estudiantes se volvieron parte del trabajo “administrativo” con la misma forma y con el doble de esfuerzo.

 —¿A los alumnos les cuesta más seguir las clases a través de las aulas virtuales?

—En el nivel superior, en primer año (que es en el que me desempeño) hubo mucha incertidumbre y fue el primer filtro de la matrícula. En muchos encuentros por meet ellos manifestaban que sentían que no había nadie del otro lado, se desanimaban, tenían miedo y se fueron. Las conexiones de internet no son buenas, algunas intermitentes y otras ni le permiten adjuntar un archivo, lo que de algún modo los dejó fuera del sistema, sin mencionar los horarios, cada uno con sus trabajos que continuaban por la misma necesidad que afloró en pandemia, a muchos les tocó reinventarse y emprender, eso no daba mucho espacio para las clases virtuales, la plataforma desconocida y además la sensación de estar solos frente a un monitor.

—¿Tuvieron problemas de acceso a la virtualidad?

—En la localidad en la que trabajo hay barrios completos que no tiene directamente cobertura, algunos estudiantes e incluso docentes tenían que programar las clases virtuales de la plataforma en casas de conocidos o amigos, y eso ya no permitía un encuentro sincronizado con los estudiantes, y era lo que necesitaban.
A mí me ha pasado que justo en horarios nocturnos, cuando daba las clases, se saturada la conexión y los perdía de a ratos… Tenía que desconectar otros dispositivos de la casa para poder continuar… Eso nos quitaba tiempo, pero bueno, ya planificaba teniendo en cuenta esos imprevistos.

—Con el regreso de la presencialidad ¿Qué dificultades se encuentran?

—Personalmente no puedo quejarme, en cuánto a contenido, algo bien habremos hecho porque los estudiantes tienen herramientas teóricas para enfrentar la presencialidad práctica.
Todavía falta adaptarnos a respirar con el tapabocas, mantener distancias, sanitizar. Pero de a poco vamos trabajando eso. Lo que puedo asegurarte es que los protocolos tal y cual están escritos son imposibles de llevar al aula al 100%, y te hablo desde la educación superior, con personas de entre 22 a 40 años. Cada uno viene desde su casa con una mirada respecto al tema, hay dudas y refutaciones, pero lo importante es entender que en un Marco de convivencia, el respeto es lo primordial. Cuesta, porque es otra normalidad, pero la vamos reforzando.

 —En la charla con los colegas ¿qué modalidad es la más predilecta?

—Te encontrás con diversos puntos de vista, porque nadie, absolutamente nadie quiere volver a enfrentar la virtualidad y todo lo que acarrea desde lo emocional y práctico, pero si lo pensamos en frío, sanitariamente, la reducción de presencialidad es necesaria. De hecho, iniciamos el año con “bimodalidad» (porque hay estudiantes de riesgo que no pueden asistir y a los que hay que llegar), pero asistiendo al 100% y ahora ya tenemos una reducción del 50%.
Trabajar en burbujas, con una matrícula de estudiantes alta es un trabajo arduo y todos terminamos perdiendo, porque el docente se cansa de dar más de dos veces la misma clase y lamentablemente ningún encuentro es igual al otro, se pierde información, experiencias y tiempo. Por otro lado somos consientes de que en lo edilicio somos pobres, que no hay espacio suficiente y que los recursos para mantener la higiene como se debe, de a poco van faltando.
Queremos la presencialidad, pero hay que cuidarla para poder mantenerla, y además no perder de vista que las escuelas jamás dejaron de funcionar, sólo cerraron los edificios. Por ahí escucho tantas cosas referidas al tema y la desafortunada frase de “los docentes no quieren trabajar» y pienso, ¿acaso somos islas? Nadie, todos tienen familias, hijos, abuelos, personas de riesgo, y miedo. Porque ir al aula es encontrarse con más de diez núcleos diferentes, formas de vincularse, cuidados más livianos que otros, y no es fácil. Pero no, jamás vamos a preferir la virtualidad.

Contenido provisto por: Fernando Solis Rinas
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