Griselda Ramos Onano tiene 45 años, y casi la mitad de su vida la vivió en una aventura que en principio iba a durar algunos meses. «Todo comenzó en 1998 cuando vino mi tío, hermano de mi papá quien vive en Barcelona, en ese momento yo estaba estudiando en la Universidad, la idea fue madurando y en el 2002 con 23 años y ayuda de mi familia emprendí el viaje a España», detalló.

Luego de 2 meses en Barcelona, Griselda fue a hacer temporada de verano a un pueblo de Valencia, Rincón de Andemuz. Allí se realiza la fiesta del toro embolao. «Me impresionó que soltaran a los toros con fuego en los cuernos, pero era normal allá, trabajé en un chiringuito, donde era ayudante de cocina, preparando paellas», contó.

Andorra: su destino

En septiembre del 2002, previó a la temporada de invierno en España, Griselda viajo junto a su tío desde Barcelona al principado de Andorra, el objetivo fue preguntar permisos de residencia para la temporada. «Desde ese momento la mayor parte de mi estadía en Europa fue en aquel país», relató.

Los trabajos

En Andorra, Griselda se dedicó a varios trabajos relacionados al turismo de esquí o el turismo de compras. Allí tuvo contacto con diferentes visitantes y clientes de varios países de Europa como Rusia, Alemania, Italia, España, Francia, Portugal, Inglaterra entre otros. Los mismos viajaban en esa temporada porque les convenía esquiar allí que en las pistas de su país.

«Trabaje en Grandvalira donde está el domino de esquí mas grande del sur de Europa con 210 km de pistas, parte de la copa mundial de este deporte se realiza allí», comentó. Continuando con su recorrida laboral, Griselda recordó que trabajo para una multinacional llamada JTI (Japan Tabacco Internacional), que le permitió recorrer las principales ciudades de Europa, alojarse en hoteles 5 estrellas y comer en restaurantes con estrellas Michelin. «Tenía que vender cajas de cigarrillo cuando nunca en mi vida probé uno«, rememoró.

Pero no fue lo único que debió vender sin haberlo probado antes. Contó que trabajando en Italia (tiene ciudadanía italiana por parte de su abuelo Luigi Onano, padre de su mamá) sus jefes en un restaurante la contrataron para venderle carne de caballo a los turistas españoles. En su paso por Italia, estuvo en la Isla de Sardegna, donde vivió con la hermana de su abuelo, quien la ayudaba a mejorar su italiano.

«Por el lado de mi mamá tenía mi abuelo Italiano, gracias a eso pude tramitar mi ciudadanía para trabajar allá, la familia de papá son españoles de Galicia, mas precisamente de Caldas del Rey en Ponte Vedra«, afirmó Griselda.

Creación de un club de vóley y recomendaciones

Un compañero de pistas la llevó a probar en el vóley como deporte, en el año 2008 formó parte de la creación de un club para mujeres. «Durante 10 años recorría las ciudades de los equipos visitantes cada 15 días, nuestro equipo se llamaba Club Volei Valls Andorra y jugábamos en la Liga Catalana», detalló. Griselda se preparó como entrenadora, llevando el nivel inicial del club desde el 2017 al 2019.

Con todo este recorrido, hizo una pausa para explicar que ir a vivir a Europa tiene su lado bueno y su lado no tan bueno. «Recomendaría que las personas que van a instalarse a Europa, sobre todo los jóvenes, no lo hagan solos y cuenten con algún amigo o familiar que lo acompañen«, afirmó la entrevistada, quien agregó que se debe estar informado sobre el lugar elegido, que trabajo pueden realizar allí y como está la situación en Europa que no es la misma que antes de la pandemia y la guerra en Ucrania.

La decisión de volver

Griselda volvió al país en el 2019 para celebrar sus 40 años en familia, desde el 2008 tenía a su hermana menor Rocío viviendo en Europa cerca de ella. «Ese viaje me marcó y decidí pegar la vuelta, justo en ese momento comenzó la pandemia de Covid y tuve que esperar hasta el 2021 para dar la vuelta definitiva», finalizó.