En los días que corren, y en pleno acometimiento contra Télam S.E. y todos los medios públicos, no es vano reafirmar que todo humano guarda la necesidad básica de comunicarse, lo que resulta del intercambio de información. El derecho a la comunicación no es más –ni menos- que el de interactuar con otros, en distintos contextos y a través de diferentes herramientas (incluyendo las TIC), e importa el derecho esencial a recibir información, que constituye un bien en sí mismo, pero también valor instrumental, en tanto herramienta para el ejercicio de los demás derechos. 

Desde la superlegalidad constitucional e internacional, el derecho básico a ser informado con ideas de toda índole, sin consideración de fronteras y mediante cualquier procedimiento (arts. 19 DUDH, 13 CADH, 19 PIDCP), reúne en toda conceptualización contemporánea una marcada dimensión pública y social, puesto que hace a la existencia misma de una sociedad democrática, por cuanto indispensable para la formación de la opinión pública: “Condición para que la comunidad a la hora de ejercer sus opciones este suficientemente bien informada”, es el imperativo desde los tempranos ‘80 por estándares de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.   

«Estamos frente a una inflexión de dimensiones históricas para nuestro horizonte de autodeterminación como pueblo y nación«

Alejandro W. Slokar

Este derecho humano a ser informado con caracterización colectiva impone como contracara el deber del estado para su garantía y salvaguarda. El ethos individual que las redes sociales o plataformas no dejan de estimular no abastece la efectiva vigencia del derecho fundamental, salvo que –ya lejos de la subsidiariedad clásica-  su realización quede librada a la exclusiva suerte (a veces mala) del mercado. De allí deriva la obligación de acciones gubernamentales positivas, como resulta la herramienta de una agencia oficial de información veraz y plural, cual Télam en sus casi 80 años de vigencia, con su alcance federal hacia cualquier punto del país y versión soberana del estado argentino para con el mundo.   

El Jushumanismo nos enseña, pues, que estamos frente a una inflexión de dimensiones históricas para nuestro horizonte de autodeterminación como pueblo y nación. 

Fuente: Somos Télam