Mirando al humedal: la tarea de fotografiar el Paraná

El paso del tiempo y de la acción humana quedan a la vista en miles de imágenes que muestran un presente desolador. Eduardo Bodiño es uno de los y las que frenan delante del río marrón para captar su esencia con la cámara.

Al gigante marrón le sobra fotogenia: miles de personas lo fotografían, con celulares y cámaras de todos los estilos. En primer lugar: atardeceres, barcos, sauces, arena, peces, aves y más, pero también para documentar. El paso del tiempo (y de la mano humana) no es algo que pase desapercibido en estos últimos años, y distintos fotógrafos fueron revelando en imágenes lo que pasó, pasa, y -advierten- seguirá pasando.

«Yo nací para mirar lo que pocos quieren ver«, cantaba Charly García. Está claro que al Paraná le sobra belleza, pero también es reflejo de la desidia ¿Queremos ver eso? Un niño en el Banquito de San Andrés, incendiado en el último mes, parece señalar y decirnos: «¡Miren!»

Eduardo Bodiño es fotógrafo de la ciudad de Rosario. Comenta que, desde que comenzó con la fotografía, el rio Paraná estuvo presente y lo considera el lugar de práctica por excelencia en Rosario. «Desde el centro de la ciudad, en el Monumento a la Bandera, fotografiaba los barcos que pasaban, los atardeceres, los reflejos del agua y todo lo que la gente hace en el rio», comentó.

Señala que, posteriormente, cuando comenzó a ir al humedal descubrió otro universo: «Empecé a fotografiar la fauna que vive alejada del movimiento de las personas. Me encontré con mucha gente, incluso de Rosario, que concurren al río habitualmente. No conocían la biodiversidad que albergan los humedales». Y fue así, que empezó también a mostrar la otra cara: «Pude empezar a registrar vacas, terraplenes y focos de incendios. No tan masivos como los del 2020 y 2021, pero en la zona de islas siempre se queman zonas. Cuando empecé a publicar estos trabajos me encontré también con mucha gente que venía laburando el tema como El Paraná No Se Toca y el Taller Ecologista, y esto me permitió entender mucho mejor qué estaba pasando».

Un panorama poco alentador

De tanto mirar al Paraná, Eduardo fue captando, guardando en su memoria, fotos, el ayer y hoy, el paso del tiempo (y de los humanos) por el río. Sin dudar, sostiene que lo que más le impactó en todo este tiempo es la bajante extrema: «Desde que visito el río nunca vi una cosa así. Da mucha lastima ver al que siempre fue un gigante marrón con afloramientos de bancos de arenas, brazos y lagunas secas. Toda la planicie de inundación del Paraná está seca. Llevamos tres años de sequía grave y dos de sequía extrema, el panorama a futuro no es alentador«, enfatiza.

A mediados de enero, Eduardo compartió en sus redes las siguientes imágenes, acompañando al texto de otra persona que también lamentaba la extrema bajante que se está viviendo: «Hace días que me invade una tristeza muy grande y particularmente nueva. Una tristeza de alma, que no se reconforta con ningún abrazo, ni ningún remedio. No es humano, es de las fibras más hondas del cuerpo, y tiene mucho de enojo, desahucio, desesperanza, desilusión, des- identificación. La mayor vena de agua de nuestro país se está secando. Las cosas no están bien«, decía para comenzar.

Inmediatamente las palabras y las imágenes se volvieron virales. La ciudad de Rosario transcurría la semana con las temperaturas más altas y con escasez de agua.

Ser de la orilla brava

Se insiste en remarcar el carácter constitutivo que tiene para nuestra identidad el ser vecinos y vecinas de este pariente del mar, es decir el Paraná. Un ecosistema que nos envuelve, nos constituye y nos hace ser quiénes somos. Y, aunque durante mucho tiempo, -y quizás también ahora en parte de la sociedad- Rosario y sus alrededores le hayan dado la espalda al río, en estos últimos años, un gran porcentaje de personas se ha sumado a aquellos y aquellas que todavía lo aman. Dieron la vuelta para mirarlo, y lo reconocieron como propio.

Puede ser una imagen de pájaro y naturaleza

Eduardo, lo describe de la siguiente manera: «Creo que vivir sobre el río Paraná, que mi vieja nos lleve de chico a las playas de La Florida (el balneario municipal), ver pasar los barcos cerealeros y esperar las olas en la orilla, ver la flora y fauna que trae el río en las crecientes, te hacer darle un valor emocional al río y te genera la necesidad de cuidarlo. No es solamente el Paraná, sino que es el lugar donde pude hacer amigos y amigas, donde aprendí a remar y pasé los veranos de adolescente. Dónde ahora de adulto trabajo mostrando sus riquezas y cómo se está degradando».

Y agrega: «La identidad que nos da vivir acá nos hace amigarnos al barro de la costa, al color marrón de las aguas y a los camalotes. Disfrutar de los bancos de arena natural, sus pájaros y los atardeceres en el rio».

Un deseo

«La imagen que me gustaría que perdure y sirva para ilustrar la riqueza de los humedales son las lagunas, humedal adentro, cubiertas de hojas de irupés que este año por la bajante no las vamos a ver», advierte. «Estos son lugares con una energía muy especial».

Y agrega para terminar: «Otra imagen muy linda es la de un brazo del río llena de vida. Lugares donde se pueden ver a simple vista 10 especies de aves, coipos y tortugas conviviendo en la naturaleza. Es un deseo volver a ver todo eso«.

El verde vuelve a tomar su lugar
Contenido provisto por: Sofía Fernández